Cuando un redoble de timbal no es suficiente, pon un
martillazo gigante en la orquesta. Esto es lo que debió pensar Gustav Mahler
para el final de su sexta sinfonía. En este cuarto movimiento se utiliza un
martillo enorme justo después de un redoble de timbales.
Este es un ejemplo claro de que cuando se necesita un nuevo
sonido dentro de la música, se hace con los medios necesarios, aunque no se le
imagine un uso musical. No obstante, los martillos han acompañado cánticos de
herreros con sus percusiones al golpear los yunques.
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